lunes, 28 de mayo de 2012

La Universidad que dejo (II)

Tuve que impartir varios planes de estudios, desde el del año 1953 -que me pareció siempre un buen punto de partida que había que mejorar suprimiendo o modificando el contenido de algunas asignaturas- pasando por otros de vigencia escasa y que eran fruto del personalismo de los Decanos, que querían pasar a la historía como los creadores del plan de estudios definitivo aunque fuese a costa de volver locos a los alumnos, enfrentados a la absurda labor de superar cursos con 16 asignaturas (qué es fácil imaginar cómo se impartían) y cuando parecía que el sentido común llegaba, se alcanza el "no va a más" con  el llamado Plan Bolonia o espacio europeo de la enseñanza superior, donde se culmina el caos de la Universidad española; que por cierto, una vez más da pruebas de su "paletismo docente" al ponerse en primera final para adoptarlo cuando ni en Italia (paradoja de Bolonia) ni en Alemania se sigue ese plan de estudios.
He sido opositor total al plan Bolonia, al menos en la enseñanza del derecho. Estoy convencido de que el alumno sale peor formado que con cualquier otro plan de estudios y que con él se ha degradado lo que yo entiendo por  función y misión del verdadero profesor universitario. No he conseguido aún que nadie me explique de forma satisfactoria las ventajas del mismo en relación con el espacio común europeo; ventajas que para mi son imposibles de alcanzar desde el momento que cada uno de los países de la UE conservan su derecho -público y  privado- propio. 
El profesor pasa a ser un " tutor del alumno", al que procurará tratar con delicadeza para que con la mayor facilidad pueda superar la asignatura; para no imponerle grandes esfuerzos se le evaluará de forma continuada, al tiempo que la llamada "clase magistral" pasa a tener una función subsidiara o marginal. Como el legislador es consciente de que con ese sistema de enseñanza la formación que el alumno alcance va a resultar muy limitada, se institucionaliza completar los estudios con algún tipo de Máster, sin el cual no se podrá ejercer determinadas profesiones jurídicas, como la de abogado; no puedo imaginar cómo se van ordenar los sistemas de acceso a profesiones jurídicas en las que hasta hora la exigencia de un Programa - notarios, registradores, jueces, abogados del Estado, etc- suponía una preparación básica que ahora no se alcanza.
Espero equivocarme, pero no puedo evitar contemplar con pesimismo el futuro de una institución esencial para un país, como es la Universidad. Posiblemente sea una manfiestación más del cambio global que estamos viviendo en la sociedad española, a la que sólo un milagro de autocrítica y sentido común pueden poner en el camino correcto.

3 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo, parece que esto supera a "aberraciones" como el plan Merino, que sufríeron varias promociones allá por los años 90. Definitivamente cada vez que cambian
    las cosas es a peor. Bendito plan del 53

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  2. Curiosamente, los promotores del Plan Merino llevaron a la Facultad al colapso y a los alumnos a la pesadilla, pero para ellos nunca tuvo ninguna consecuencia

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  3. Sin ánimo de alarmar a nadie. Lo que el Profesor Serrano señala en relación a "Bolonia", es aplicable a los estudios de Medicina. En ellos que se excluye, dentro de un acelerado y descompensado programa, la transmisión del conocimiento que proviene de la experiencia y la adquisición, desde el principio de la carrera, de las habilidades imprescindibles para una buena praxis.
    Sin comentarios sobre el número de legítimas "deserciones", por jubilación, calificadas con inefable júbilo, por algún cargo académico, como "plan de rejuvenecimiento del profesorado".

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