Ahora que se acerca el comienzo de otra campaña del IRPF, vuelve el tradicional debate de la desigualdad de trato fiscal de los españoles; unos pagamos más impuestos que otros y nadie consigue darnos una explicación razonada que justifique que , por ejemplo, un madrileño pague. en situaciones personales idénticas- menos que un asturiano ya sea en el impuesto del IRPF o el de Sucesiones o Donaciones, o porque , gracias al céntimo sanitario, pago la gasolina más cara que en otro lugar.
No puede uno dejar de recordar, con nostalgia, aquello que se estudiaba en la carrera , n los libros de Albiñana o de Sainz de Bujanda, en relación con los principios básicos que debían reunir todos los impuestos: la generalidad, la equidad, la proporcionalidad, etc,, dónde están ahora que no consigo encontrarlos.
Si no fuese por las 17 Autonomías y por los políticos que hemos padecido desde el 78, estas desigualdades no existirían , pero un buen día, a una avispada mente se le ocurrió la gran idea- para contentar a las Comunidades discrepantes- de ceder a las Autonomías no sólo la gestión y cobro de alguno impuestos, también el poder de regular una parte de esos impuestos, incrementando su importe si lo estimaban necesario, que todas lo estimaron y así tenemos la cuota autonómica del IRPF, gracias a la cual usted ciudadano asturiano a iguales ingresos paga mucho más que uno de Leon o de Madrid y a nadie de los que puede hacerlo, se le ocurre tomar la decisión de proponer que esto no puede seguir así.
La armonización tributaria es una exigencia de justicia, por mucho que el Tribunal Constitucional dicte sentencias en las que se pretende justificar que unos paguemos más que otros, porque esa desigualdad sólo estaría justificada si el ciudadano que abona mayores impuestos recibe de su Comunidad autónoma o del Estado mayores beneficios que el paga menos o están exentos de hacerlo, lo que no parece que en el futuro vaya a ocurrir.
